El murmullo constante de Hill Enterprises se deslizaba por los pasillos como una sinfonía de teclas, pasos y voces profesionales.
El aire olía a café recién hecho, a perfume caro, y a la presión silenciosa de los grandes negocios.
Leah se encontraba de pie frente a una mesa larga de cristal, revisando unos bocetos junto a una pantalla encendida.
La lluvia leve había quedado atrás, pero aún podían verse las gotas resbalando por los ventanales, distorsionando el reflejo de su figura.
Llevaba el cabello recogido, algunos mechones sueltos enmarcaban su rostro, y la camisa blanca perfectamente doblada en las mangas revelaba la delicadeza de sus movimientos.
La oficina del área creativa era un espacio elegante y luminoso, lleno de orden, de esfuerzo.
Leah estaba concentrada en un nuevo diseño que debía presentar esa misma tarde.
Tan absorta estaba en su tarea que no notó los pasos que se acercaban.
El sonido de unos tacones resonó por el pasillo, firmes, arrogantes, casi como una declara