CONFUSIONES Y TEMOR.
Kevin caminó sin rumbo por los pasillos de la clínica hasta encontrar un rincón apartado, casi oculto, donde el murmullo del hospital apenas llegaba. Se sentó lentamente, apoyando los antebrazos sobre los muslos, inclinando el torso hacia adelante como si el peso del mundo se hubiera concentrado de golpe en su espalda.
Y entonces… se quebró. No fue un llanto inmediato. Primero llegó el temblor en las manos. Luego la presión en el pecho. Después, el aire que no alcanzaba. Se llevó ambas manos al rostro y cerró los ojos con fuerza, como si así pudiera borrar lo que acababa de vivir. Pero no. Nada desaparecía.
Dulce estaba viva. Y si esto hubiera ocurrido hace 6 meses, que ella estuviera viva sería como tocar el cielo para él, peri la realidad se había vuelto cruda y dura para él.
Las lágrimas comenzaron a caer en silencio, una tras otra, sin sollozos exagerados, sin sonidos que alertaran a nadie. Lloraba como lloran los hombres que jamás se permiten hacerlo: con el cuerpo rígido, la ma