El sol ya estaba bastante alto, todos estaban sudorosos, agotados, pero uno de ellos iba con la férrea voluntad de lograr su objetivo de encontrar a la chica que lo enfureció al manchar su camisa con café; lo impresionó al fijar sus esferas grises en él; lo conmovió al saber de su sacrificio por su familia; lo hizo rabiar de celos al pensar que había sido de otro; la que lo obligaba a fingir indiferencia, una indiferencia que estaba muy lejos de sentir.
De pronto un silbato sonó estridente y frenético, Enzo inició una carrera hacia el lugar de dónde venía el aviso, la adrenalina le impedía sentir las ramas que golpeaban su rostro o que lastimaban sus brazos, desesperado pensaba que cada paso hacia adelante lo alejaba más de Patricia.
Al divisar el árbol al que estaba atada la joven les imprimió un último impulso a sus piernas, llegó hasta ella y