—¿pero por qué me has traído aquí? Pregunto Eliza, que sentía el terrible poder y ferocidad de la bestia en su interior.

—por qué así fue el deseo de tu madre, lo que ella más deseaba, es que, a mi lado, comenzaras a saciarte de la venganza del amor. Pero para dar final de nuestra venganza, es menester que comencemos por los retoños más débiles.

Eliza no guardó silencio, sintió como su cuerpo y su ser tanto como el de la bestia, sentían el mismo odio por los habitantes de la ciudad de Gevaudan,

—Eliza, siguió la bestia, no olvides una cosa, ¿Quiénes quemaron a tu madre? ¿Quiénes son al día de hoy los que te odio y te rechazan, y no te permiten el amor?

Eliza se quedó en silencio, sabía muy bien quienes habían quemado su madre, pero no sabía quién era el hombre de vestiduras blancas, que había dado la orden de ejecución, y tenía la corazonada de que todo aquello, a partir de ese momento, la llevaría directo hacia ese hombre,

—así que mi madre, querría que comenzaré a exterminar las raíces, y las partes más sensibles que habían matado a mis propios genes, si ha sido la voluntad de mi madre, no me detendré hasta acabar la venganza que se ha propuesto,

—mirad allí en la fuente, dijo la bestia, como si hablase en susurro, allí, yace una niña, que es el retoño más preciado y nuestros enemigos, que será la primera que yacerá en las memorias de tu madre, por qué en este momento comienzan la venganza del amor.

Eliza sintió un odio atroz, en su ser, que era empujado con dulce alegría por la enorme bestia, que sigilosamente se acercó hasta quedar detrás de Lucrecia, que contemplaba embelesada la hermosa luna rojiza. Un dulce canto se dejó oír en la fuente, era Lucrecia, que se sentía inusitada ante los rayos de la luna, la voz de Lucrecia era dulce, y su canto era suave y atrapaba, la enorme bestia se detuvo.

Sintió por un momento como si estuviese atrapado en una especie de jaula invisible, el canto de Lucrecia la parecía a Eliza, que era como el canto de las sirenas, a tal grado que se sintió hechizada por la dulce entonación. Pero como si la luna, anhelase que el crimen se llevase a cabo al instante, los enormes rayos rojizos se volvieron más densos y grandes, a tal grado que la bestia sintió como si cuerpo hubiese sido inyectado de un odio terrible.

 La bestia avanzó a gran ferocidad, cogió la tierna Lucrecia por el cuello, que no emitió ni un solo grito de dolor, la bestia le hizo un tajo en el cuello, y suspendida en el aire, comenzó a devorar la niña, la sangría comenzó a caer de las manos de la bestia,

y corría por el cuerpo de la niña, lentamente la fuente se fue manchando de sangre.  Hasta que el agua quedo completamente rojiza, como la luz de la luna. 

La bestia se saboreó los bigotes peludos, lleno de la sangre de la joven Lucrecia, una sensación de dulce placer, y una felicidad infinita invadió el ser de la bestia,

que había disfrutado devorar el retoño más débil de su enemigo, Eliza sintió por primera vez consuelo, como si ser y su propio cuerpo habían encontrado por fin un fin, un destino.

Que tenía la sensación que de alguna forma había sido marcado por la sabiduría de su madre, sabía que no dudaría ni un tan solo instante en cumplir con la voluntad de su madre, pero una idea la devoraba por dentro, como un león que encierra a su padre, ¿Qué pasará si mi amado el conde descubre de mi venganza? ¿Me odiará? ¿Me rechazará? La misma idea hizo que el ser de Eliza se estremeciera, por un instante sintió temor, de que su amado conde descubriese su secreto. Eliza respeto profundo, y se juró que jamás le diría a nadie del secreto más oscuro que residía en su alma, Eliza se dio cuenta, por primera vez, que ella, sin la bestia, y con la bestia en ella, se estaba convirtiendo en un monstruo.