CAPÍTULO 68 AMOR Y REDENCIÓN
Kereem…
El día había empezado igual que todos los últimos meses: temprano, con la sala del consejo llena de ministros por las mañanas, y la voz de Emré con la firmeza que había adoptado últimamente sabiendo que el poder no se sostiene solo con fuerza, sino con estrategia, y por las tardes con un montón de trabajo acumulado que muchos días me saltaba, con la excusa de que tenía que atender a mi mujer.
Había pasado casi seis meses desde la boda, y Arabia se mantenía firme, ordenada, en crecimiento, pero cada día seguía siendo una batalla distinta y ya me había acostumbrado a ello.
—El comité de defensa espera una reunión esta tarde —dijo Emré, hojeando un informe mientras se apoyaba en el escritorio frente a mí—. También está pendiente la visita del embajador de Francia.
Asentí sin levantar la vista del documento que firmaba.
—Haz que los reciba tú primero. Filtra lo que traen, no quiero discursos vacíos ni agendas escondidas. Ya sabes…
—Como siempre —respon