CAPÍTULO 41 AMOR Y REDENCIÓN
Zahar…
El sonido del despertador era un murmullo casi imperceptible entre la negrura que cubría la ciudad. Eran las 4:33 a. m. cuando abrí los ojos, no hizo falta que sonara una segunda vez.
Kereem estaba detrás de mí, su brazo aún sobre mi cintura, su respiración profunda y cálida en la curva de mi cuello. Por un segundo quise ignorar todo. El mundo, la guerra, la misión. Solo quedarme ahí, envuelta en ese refugio que habíamos construido entre el caos, pero no, no había más tiempo.
Me giré lentamente para mirarlo. Incluso dormido, su ceño estaba levemente fruncido, como si el peso del mundo no lo abandonara ni siquiera en sus sueños. Acaricié su rostro con la yema de los dedos, y sus ojos se abrieron al instante, como si supiera que ya era hora.
No dijimos nada, solo nos miramos y en ese silencio, el pacto. Lo que fuera que viniera… lo enfrentaríamos juntos.
Tomamos un baño y nos vestimos sin hablar. El cuarto estaba aún a oscuras a medias por una lámpara