Kereem…
—¿Cómo va el traslado? —Asad se levantó.
Teníamos al menos dos horas reunidos, literalmente estaba comenzando su trabajo desde otro punto como ministro y esta semana había tenido a tres guardaespaldas diferentes caminando a mi lado.
Decir que me sentía incómodo, no era del todo mentira, pero necesitaba familiarizarme con los cambios, porque necesitaba a Asad frente a toda la seguridad, y eso era innegociable.
—Dentro de unos tres días, sería un hecho.
Asentí.
Tal vez mañana o pasado visitaría de nuevo la celda de Naim, aunque tenía tanto que hacer, que tendría que agendarlo.
Y justo antes de que Asad incluso tomara el pomo de la puerta, unos toques débiles se hicieron escuchar.
Bahar fue quien se asomó en el momento, y noté que no tenía un buen color en su rostro cuando mi ceño se frunció.
—¿Bahar? —le pregunté en tono suave, sobre todo por las charlas que ya había tenido con mi hermana.
Ella asintió aún con esa expresión mezclada entre culpa y reserva, entró en tono silente,