CAPÍTULO 34 AMOR Y REDENCIÓN
Zahar…
Todo se volvió tensión en cuestión de segundos.
La sonrisa diplomática de Kereem desapareció, sus ojos se volvieron como acero líquido cuando Asad le susurró algo, y Eduardo me lanzó una mirada breve, pero suficiente para entender que algo no estaba bien.
Instintivamente, llevé una mano bajo la mesa, palpando la funda oculta de mi arma.
Los movimientos alrededor comenzaron a volverse lentos. O quizás era mi mente que ya se preparaba para lo peor. Vi a los jefes de seguridad de otras delegaciones apretar sus mandíbulas. Algunos empezaron a intercambiar gestos discretos y nadie hablaba, pero todos estaban alertas.
Y entonces… ocurrió.
Un estruendo seco, seguido de un silbido agudo, quebró la calma.
No fue una explosión, no al principio, fue un impacto sordo en una de las ventanas altas que fue quebrada, y luego una bomba de humo estalló en medio del salón.
Todo fue confusión, gritos, y movimiento caótico durante largos segundos, pero yo no perdí el fo