Zahar…
—Kereem… —Eduardo dejó el cubierto a un lado, con una mezcla entre desconcierto y desdén—. —Yo no tenía idea de que ustedes dos estaban juntos… —dijo Eduardo, como quien lanza un fósforo a una casa llena de gasolina—. Es un tema que debo hablar con Víctor, pero nada está pasando, esto es solo trabajo.
Las palabras colgaron en el aire como una amenaza suave, como una bomba sin detonar.
Giré la cabeza hacia él con un gesto neutro, pero mi pecho ardía.
Kereem no se movió, no necesitaba hacerlo, su presencia lo llenaba todo, pero sus ojos… sus ojos se oscurecieron como si la palabra “juntos” hubiese sido una traición.
Entonces Víctor se giró hacia él, con la voz firme, clara, y cargada de una tensión nueva.
—No está con él —aclaró—. Y en cuanto a ti, Kereem… Zahar es la más competente para lo delegado, por eso la escogí. Ella y yo trabajamos juntos y no hay un código que se haya roto.
Y el silencio que siguió… fue letal.
La mirada de Kereem se volvió perturbadora, como si algo en s