Zahar…
No tomé su mano cuando me la ofreció para subirme a la camioneta y traté de alejarme de su distancia cuando le ordenó a Asad ponernos en marcha. Mi cuerpo estaba lo suficientemente débil como para hacer un mal movimiento, además, en el encierro, el olor de Kereem me envolvió de forma tóxica y al mismo tiempo, me llenó de una familiaridad que desde hace meses no sentía.
La camioneta comenzó a moverse, dirigiéndose hacia donde Kereem se estaba alojando. Eso creía yo. No hablamos durante el trayecto, porque él estaba pendiente de unas indicaciones de Asad, y luego se recostó para mirarme mientras durante el silencio la tensión crecía entre nosotros.
Finalmente, la camioneta se detuvo frente a un lujoso edificio. Mi corazón latía con fuerza cuando Kereem abrió la puerta y salió, extendiendo una mano hacia mí. Dudé por un segundo, pero luego acepté su ayuda y descendí del vehículo.
Entramos en el vestíbulo, y todo parecía un susurro distante mientras nos dirigíamos hacia la