UN JEFE CELOSO (II)
Elara salió del salón del banquete, maldiciendo a Nathaniel por ser un estúpido. Había aceptado bailar con Zayd simplemente por no avergonzarlo. Y él, en cambio, la trataba como si deliberadamente hubiera buscado bailar con el empresario.
De repente, su muñeca fue agarrada con fuerza y se giró solo para encontrar la mirada enojada de Nathaniel.
―Suéltame ―exigió forcejeando con él.
―No intentes hacer un espectáculo y sígueme. ―gruño.
Antes de que Elara pudiera negarse ya estaba siendo arrastrada hacia la caseta del jardín del hotel.
―¿Quieres caminar más despacio? Llevo tacones, recuerdas.
Nathaniel se detuvo y miró sus pies, los tacones de cinco centímetros ahora estaban enterrados en la grama. La agarró y un momento después la cargó sobre su hombro.
―¿Qué…? ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Bájame!
―¿No querías ayuda? Bien, estoy ayudándote. Ahora vamos.
Nathaniel no dijo nada más y caminó casi a zancadas hacia la caseta.
―¿Puedo saber al menos a donde me llevas?
―Ten calm