TE COMPORTARÁS COMO MI MUJER.
TE COMPORTARÁS COMO MI MUJER.
Elara forcejeaba, sus uñas clavándose en el brazo de Nathaniel con la desesperación de quien lucha por su libertad.
― ¡Suéltame! ―gritó, pero sus palabras parecían desvanecerse ante la indiferencia de él.
Nathaniel, imperturbable, la arrastraba con una determinación helada.
― ¿A dónde me llevas?! ¿Qué vas a hacer?! ¡Nathaniel, contéstame!
La voz de Elara era una mezcla de miedo y súplica. De pronto, él se detuvo y se giró hacia ella. Sus ojos eran dos pozos de hielo.
―Vamos a hablar. ―dijo, cada palabra goteando sarcasmo. ―¿No era eso lo que querías? Mi amor.
La última palabra fue un latigazo de ironía que la hizo estremecer.
Elara se sacudió, tratando de liberarse.
― ¡No voy a ir a ningún lado contigo! ¿Qué es todo esto? ¿Cómo que tú y yo…?
Pero sus palabras fueron cortadas abruptamente cuando Nathaniel la levantó por las caderas y la cargó sobre su hombro como si no pesara más que una pluma.
― ¡Ah! ¿Qué haces? ¡Bájame! ¡Maldita sea, estás loco