El Juego Secreto del Ajedrez Real
La inminente ejecución de Kaida se cernía sobre la bodega como una sombra mortal. Tres días. El plazo, grabado a fuego en la mente de Conan, era un grito de desesperación. La furia del Rey, manipulado por la astucia venenosa de Isabel, amenazaba con aplastar la última chispa de esperanza de la rebelión. Pero en el corazón de la oscuridad, la alianza, forjada en la adversidad, no se rendía.
—El plan es simple —dijo Conan, su voz grave, mientras extendía el mapa del reino en el suelo—. No podemos asaltar la prisión. No podemos luchar contra todo el ejército del Rey. Pero podemos luchar con astucia. Con la verdad.
El plan de rescate era audaz, un juego de ajedrez donde cada movimiento era crucial. Conan, con su red de sombras, organizaría una serie de distracciones en la ciudad, un caos controlado que desviaría la atención de la guardia real de la prisión. Pequeños incendios, falsas alarmas, motines espontáneos, todo diseñado para sumir al reino en el des