Volver a la oficina después del escándalo con mis padres fue una mezcla de alivio y rabia contenida. Necesitaba ocupar mi mente, sumergirme en el trabajo, en los números, en las estrategias, en lo que podía controlar. Lo otro... lo otro me desbordaba.
Mis padres no volvieron a dar declaraciones tras lo que hicieron. Supongo que alguien les dijo que ya habían cruzado demasiadas líneas. O quizás, por primera vez, sintieron vergüenza. No lo sé. No me interesa. Desde que tocaron a Ivanna y a Danae, dejaron de ser mi familia.
Los accionistas me respaldaron. Y más que eso: confiaron. Me eligieron a mí, a pesar del apellido que cargo. Porque, a diferencia de mi padre, yo no construyo desde el ego ni desde el poder, sino desde la lealtad. Algo que él nunca entendió.
Pero en casa... en casa había paz. Danae dormía tranquila, Ivanna sonreía más a menudo. Habíamos sobrevivido a la tormenta. Eso creí.
Hasta que recibí su mensaje:
"Ven lo antes posible, por favor. Es urgente."
Nunca olvidaré la ex