CAPÍTULO 50. De la incredulidad a las súplicas

CAPÍTULO 50. De la incredulidad a las súplicas

Jackson estaba parado en medio de la habitación como un zombi elegante. La nota de Maggie todavía temblaba entre sus dedos, como si sus manos hubieran olvidado cómo funcionar. El techo del hospital, blanco y cuadrado, se le venía encima, y todo su mundo —ese que había construido con expectativas, pañales y planes de familia feliz— se le estaba desmoronando como un castillo de naipes en medio de un terremoto emocional.

"No puede ser", se repetía una y otra vez. “Maggie no haría eso. Ella no”.

La Maggie que él conocía podía ser una maniaca sarcástica y testaruda, sí, pero jamás abandonaría a su hija, ni a él. No así. No con una notita escrita como si fuera una excusa para no asistir a una cena de trabajo.

Pero ahí estaba la nota. Y ahí no estaba Maggie.

Sin embargo antes de que pudiera volverse loco del todo —aunque ya iba por la mitad del camino—, tuvo que seguir al residente para que lo llevara a ver al cardiólogo que lo estaba esperando.
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