Constanza
Damon me toma con suavidad entre sus brazos y me lleva al baño para secarme el pelo. Sin decirme ni una sola palabra, me da besos y hace por mí el ritual que sigo cada noche.
—Te amo con mi vida —me susurra, haciéndome estremecer—. No importa cuántos problemas tengas, siempre estaré para consolarte.
—Gracias, mi amor —sonrío—. No sabes cuánto necesitaba que vinieras. Solo tú me haces sentir mejor.
Por desgracia, así es. Mi estúpido corazón volvió a anclarse a alguien, pero por alguna razón esta vez no duele. Damon es mi verdadera paz, la persona que sé que siempre estaría para mí.
—Y tú también —responde mientras me masajea suavemente los hombros—. No sabes lo mucho que te extrañé, me hiciste falta.
—Te prometo que estaré más cerca de ti, que te ayudaré en lo que necesites para la organización de la fiesta.
—No te preocupes por eso, lo tenemos controlado.
—Anda, no seas orgulloso —me río—. Déjame ayudarlos; seguro puedo averiguar qué quiere tu madre y decírselos.
—Está bien,