Constanza
No me suelto del brazo de Damon en todo el camino hasta la sala donde veremos a mi hermano. El lugar no es una mansión del terror, pero el frío y las miradas de los guardias me ponen los nervios de punta.
Por suerte, Damon logró que no nos revisaran en la entrada, pero esas miradas se sienten más invasivas que una mano en el trasero.
—Mi amor, tranquila, todo va a salir bien —me susurra Damon, deteniéndose para mirarme—. ¿Estás temblando? ¿Estás segura de que quieres hacer esto?
—Sí, sí quiero, pero no me gusta este lugar —mascullo—. No puedo imaginar cómo debe sentirse Omar aquí dentro.
—Pues estoy seguro de que es tan fuerte como tú y que está resistiendo —me asegura—. Él te quiere, Constanza, y sé que le va a dar alegría verme.
—¿Y si pasa como en las películas y me suelta una bofetada? —me río, nerviosa—. Me lo merecería.
—Entonces lo muelo a puñetazos —se encoge de hombros—. Nadie puede maltratar a mi mujer y salir bien librado.
—Gracias por defenderme, pero no le pegues