Constanza
Al salir del restaurante, nos topamos con algunos guardias que nos preguntan qué planeamos hacer.
—Solo vamos a la casa de la abuela —responde Damon, abrazándome protectoramente—. ¿Qué es esto, un interrogatorio?
—No, pero la ciudad no es segura ahora.
—¿Están seguros de que eso es cierto? —pregunto, escéptica—. No he visto nada en las noticias y todo parece marchar con normalidad.
—De todos modos, no podemos confiarnos —replica el guardia—. Por precaución, vamos a llevarlos a…
—No, nos vamos con Dimitri. ¿Dónde está? —pregunta Damon, mirando hacia el estacionamiento—. Carajo, digan dónde…
—El señor Davenport lo llamó para que se fuera.
—Bien, entonces nos vamos en taxi —masculla Damon.
Aprieto los dientes, también sintiéndome cansada de todo esto. Aunque una parte de mí disfruta ver a Cillian morir de celos, su actitud empieza a sentirse asfixiante.
Cuando estaba con él, esas actitudes me fascinaban, pero ahora que conocí la libertad, la idea de escapar cada vez me tienta má