Cillian
Después de arreglarme, llamo a Jack para que ordene a las empleadas preparar un gran desayuno para todos. Sin embargo, él apaga de golpe mis ilusiones.
—Hoy no va a desayunar acompañado, señor —me informa—. El señor Damon y su prometida salieron hace cinco minutos; planean volver solo para recoger sus cosas e irse al hotel.
—¿Y se puede saber por qué se les permitió salir? —pregunto, esforzándome por sonar tranquilo, aunque por dentro ardo como el infierno—. La ciudad…
—La situación ya se controló, señor —me interrumpe—. No podíamos impedirles salir.
—Pues asegúrese de que no vuelva a ocurrir —replico, conteniendo la rabia—. Puede que el peligro no haya pasado todavía.
—Seguramente ya pasó, señor. No debe preocuparse.
—Sí, sí me preocupo. Se trata de mi familia.
«Se trata de la madre de mis futuros hijos, y no pienso permitir que nadie la aleje de mí», añado para mis adentros.
—Sé que le preocupa su sobrino, pero le aseguro que se fueron con el mismo personal.
—¿Con quién?
—Se