3| Un final doloroso.

Tuve que llamar a Marta para que me dejara pasar la noche en su apartamento, muy a mi pesar ya que lo que menos quería era estar en el medio de ella y su novio pero no me quedó de otra cuando Enrique me dejó en la calle. Tuve que tomar un taxi porque no me permitió tocar el carro alegando de que está a su nombre y eso indica que también le pertenece.

Cuando Marta me abre la puerta de su apartamento me abalanzo sobre ella en un mar de lágrimas por minutos que parecen una eternidad. Tengo tantas cosas atoradas en el pecho que necesito sacar.

Ella me guía hacia su habitación y nos sentamos sobre su cama. Al parecer su novio todavía no ha llegado.

—¿Te sientes mejor?

—Me siento destrozada, me siento rota de mil formas. Sabes lo ilusionada que estaba al pensar en un matrimonio para los dos, en tener una familia juntos. Verlo en esa situación con Elsa fue un golpe fuerte.

Me sorbo la nariz y limpio las lágrimas de mis ojos.

—Hoy ha sido un día horrible, lo peor es que se atrevió a quedarse con el apartamento y el carro y a actuar indignado como si yo fuera la culpable de que él me engañara.

Pero no puedo quedarme a llorar por siempre, necesito tomar fuerzas y salir adelante. Ahora mismos el dolor se siente agonizante, respirar me cuesta tanto como sería romper una piedra con las manos.

Mi vida perdió gran parte del sentido. El sueño en el que creí vivir se derrumbó en un instante. Ese en dónde había un final feliz lleno de amor y con abundancia.

El amor siempre ha sido difícil para mí, incluso desde aquella vez en mi juventud dónde quise tanto a alguien que pensé que íbamos a ser eternos, pero la vida me enseñó que nada es eterno cuando nos separamos. Ahora, con esto, me ha recordado la lección. Porque cinco años no son suficientes para creer en el amor, cinco años al lado de alguien apoyandose mutuamente, cuidando del otro y amando al otro no es suficiente para creer que el amor de verdad puede ser eterno.

El amor solo puede ser momentáneo, repentino, fugaz. Te hace disfrutar un momento pero siempre te destruye.

—No sé que haré, Marta, no sé que haré —me permito decirle llena de dolor, volviendo al llanto.

Claro que sabes que harás, Isabel. Seguir adelante, como siempre has hecho.

Aunque sabes que eso no era lo que querías, no querías un nuevo comienzo.

—Yo lo amaba tanto, lo amo, lo amo tanto. ¿Cómo puedo traicionarme así? ¿Cómo puedo hacerme esto?

Mis emociones se sienten como un remolino, un caos. Estoy llena de esos sentimientos que tuve por él durante años, amor, ternura, dulzura, pero a la vez estoy tan furiosa, molesta, enojada, siento odio y despresio.

Quisiera tomar su rostro, besar sus mejillas y decirle que lo amo, y a la vez quisiera gritarle a la cara que lo odio y golpearlo en la mejilla, justo en donde antes pensé en darle un beso.

Otra punzada ataca mi vientre bajo quitándome el aire, respiro intentando calmarme.

—¿Estás bien, Isabel? ¿Qué te pasa? —Marta coloca una mano sobre mi espalda y otra sobre la mía la cuál aprieta mi pelvis para contener el dolor.

—No sé, no sé. S-solo sé que todo es un desastre —digo llena de lágrimas.

Mi celular empieza a sonar y no me siento capaz de responder, Marta toma el aparato en manos por mí.

—Es Flecher.

¿Flecher? ¿A esta hora? No creo estar en condiciones de hablarle, pero es mi trabajo, es lo único que me queda.

Respiro profundo intentando calmar mi pecho y las palpitaciones que amenazan con romperme. Seco mis lágrimas y me mentalizo para respoder con la voz menos afectada posible.

—¿Flecher? ¿Sucede algo? ¿Por qué me llamas a esta hora?

Se escucha desde el otro lado de la línea como Flecher respira profundo, como si fuera a darme otro golpe que me costará la vida y mis nervios me hacen temblar todo el cuerpo.

—Sabes que siempre te he apreciado por tu trabajo. Usualmente eres impecable. Para mí, la mejor que he tenido, pero haz fallado y eso me ha costado caro.

—¿De que hablas si la noche de hoy fue excelente?

—¿Estás segura? Porque ahora mismo ando en la boca de muchos en las redes y seguro mañana en los noticieros y en toda la televisión. ¿Sabías que Enrique Alfonzo está acusado de abuso infantil? Lo invitaste a mi inauguración.

—¡No tenía idea! —me quedo sin aliento.

Saludé a ese hombre esta noche, parecía amigable y todo iba normal con él.

¡Otro Enrique que me arruina las cosas!

—Tu trabajo es investigar bien a los invitados de nuestras actividades, hacernos las mejores relaciones, Isabel. ¡Lo arruinaste!

—Lo siento, de verdad que no lo sabía.

—No importa ya, no hay excusas, mi carrera tiene esta mancha ahora, todo por tu culpa. Ya no quiero volver a trabajar contigo, estás despedida.

—¡¿Qué?! ¡No! ¡Espera, Flecher! No puedes simplemente despedirme, debe haber una forma de arreglarlo, de redimirme.

Y ahí veo mi mundo destrozarse de nuevo en la misma noche. Las lágrimas que intenté contener para mantenerme serena vuelven a salir como tormenta de mis ojos.

¿Es que acaso hay algo malo conmigo? ¿Será que hago todo mal? ¿Por qué mi vida ha resultado en esto de un momento a otro?

—Por favor, déjame arreglarlo, puedo arreglarlo, permíteme reponer mi error por favor, —le ruego por una oportunidad mientras Marta me pregunta sin cesar que pasó, pero no soy capaz de responderle nada, solo rogar y pedir por no ser despedida mientras me ahogo en la agonía del desastre que se ha vuelto mi vida.

—¡No! Lo siento, Isabel, estás despedida —cuelga.

Hay un momento de silencio en el que solo miro a la nada mientras escucho las preguntas incesantes de Marta, y luego exploto. Llanto desgarrador desde el fondo de mi garganta.

—¿Qué pasó? ¿Qué sucedió, Isabel?

—¡Todo está arruinado! ¡Todo está arruinado para mí, Marta!

—¿Pero qué pasó? ¿Dime?

—¡Me acaban de despedir! ¡No tengo nada! ¡Me quedé sin nada!

Otro grito sale desde mi agonía y la cabeza me palpita dolorosamente.

Me resigno a que este sea el final.

—¡Pero no me van a detener! ¡Lo juro! ¡Empezaré de nuevo, cuántas veces sea necesario! ¡Me mudaré, tendré otro empleo y tendré todo lo que merezco! ¡Pero jamás volveré a creer en el amor! ¡Jamás!

Declaro con toda la convicción que me queda. Sintiendo todavía el dolor desgarrar mis entrañas y una punzada más fuerte me ataca en el vientre bajo, echo un quejido quedándome sin aire.

—¡Me duele!

Esta vez es mucho más intenso que la anterior. Aprieto con fuera e intento ponerme de pie mientras me salen gritos incontrolables de dolor.

Cuando logro estar en dos pies un chorro de sangre baja por mis piernas y cada vez se vuelve más abundante, entro en pánico.

—¡¡¿Qué es esto?!! ¡¡¿Qué me está pasando?!!

Casi no puedo estar de pie y Marta me ayuda a sostenerme.

—¡¿Qué me pasa?! —Pregunto al borde del pánico.

—Parece ser un aborto expontaneo, debemos llevarte al médico.

Muchas cosas horribles habían pasado ese mismo día, pero saber que había estado embarazada y apenas me enteraba fue lo que terminó de desestabilizarme.

Llegué al hospital junto con Marta y su novio llegó mucho después, me dieron apoyo todo el tiempo, pero ya era demasiado tarde, ya había perdido a mi bebé.

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