Capítulo 24.
Una semana después de la consulta médica, la atmósfera en la habitación de los O’Connell estaba cargada de secretos y amor no declarado. Eleanor se paseaba por la habitación, vestida con un vestido de casa que ya no disimulaba la redondez de su vientre. Se miró en el espejo, la línea de su cintura perdida.
—Soy... soy un barril —murmuró Eleanor, pasando la mano con tristeza sobre su figura cambiante—. Ya no parezco una dama, Liam. Solo parezco... una ballena fértil.
La depresión la había invadido. Desde el anuncio de su embarazo, su vida social se había detenido. Su madre la trataba como un artefacto, y los estándares de belleza de su clase eran crueles.
Liam, que estaba revisando documentos de su propuesta de negocios, levantó la mirada. Verla tan hermosa y, sin embargo, tan desdichada, le rompió el corazón. Había visto el miedo en sus ojos, pero la tristeza era un enemigo diferente.
“Soy el único que puede sacarla de esto”, pensó Liam, sintiendo una punzada de protección y amor q