Capítulo 38.
La mañana después de la tensa cena, la mansión Harrington se encontró con un problema logístico y estratégico; los invitados no se iban.
—Querida tía Lucille, si no es molestia, Caleb y yo tenemos muchos asuntos pendientes en Wall Street. Hemos decidido quedarnos unas semanas más, pero no antes, sin tu consentimiento y aprobación —anunció el primo Julián en medio del desayuno.
Lucille, encantada de mantener la ilusión de la vida social perfecta, sonrió forzadamente. —¡Por supuesto! ¡Es un placer!
Para Eleanor y Liam, la noticia fue un golpe. La presencia constante de Julián y Caleb, y ahora de Carolyn, hacía casi imposible hablar discretamente con Timothy. Los días pasaban, y el ultimátum del Emisario pesaba como una guillotina.
Liam interceptó a Eleanor en el salón.
—Esto no puede seguir así, Eleanor. Ya perdimos otro día. No podemos esperar a que Julián se canse de humillarme. El Emisario no nos dará una prórroga por cortesía social.
—Lo sé. Lo sé —dijo Eleanor, con la voz llena