Capítulo 34.

La mañana siguiente, Liam y Eleanor despertaron envueltos en la quietud de su habitación. El aire estaba cargado con el olor de la lluvia de la noche anterior. La humillación de la policía, las esposas y la fianza parecían un mal sueño.

​Liam abrió los ojos y lo primero que vio fue a Eleanor, durmiendo pacíficamente. Él tenía su mano descansando protectoramente sobre su vientre. No pudo evitar la ternura. La había arrastrado al caos, pero ella lo había salvado.

​Cuando Eleanor despertó, sus ojos se encontraron. No hicieron falta palabras. El amor, la culpa y la lealtad se comunicaron en esa mirada.

​—Buenos días, esposo —susurró Eleanor, usando el título con una devoción que iba más allá de un contrato.

—Buenos días, mi amor —respondió Liam. La palabra amor salió con una facilidad que aún lo sorprendía. Era la verdad absoluta.

Se quedaron así, disfrutando del silencio, intentando forzar a la realidad a retroceder.

​—Sé lo que estás pensando —dijo Liam—. Pero, me preocupa ese plazo y a
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