Capítulo 13.
Una semana después de la llegada de los Harrington a la cabaña, el grupo de cinco se preparaba para regresar a Manhattan. El Dr. Davies había dado permiso a Eleanor, siempre y cuando viajara en un vagón privado del tren, lejos de cualquier conmoción.
La atmósfera en la estación rural era gélida, no solo por el clima, sino por la tensión entre los pasajeros. Liam, por orden de Timothy, se ocupó de supervisar el equipaje, actuando de nuevo como un eficiente capataz de la familia.
Lucille se dirigió a Eleanor con un tono bajo y cruel.
—Asegúrate de que ese hombre no se acostumbre a tu presencia, Eleanor. El reposo fue un contratiempo, no una luna de miel. En cuanto nazca el bebé y el contrato se liquide, conseguirás un marido decente. Uno que pueda heredar las acciones de tu padre, no que repare el motor de sus coches.
—Madre, fuiste tú quien me casó con él. Tu única preocupación era la reputación. ¿Ahora te preocupa su falta de patrimonio? ¿De verdad?
—Me preocupa que se te olvide tu po