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Jan me acompañó a la mañana siguiente a la facultad. Caminar con Jan a un lado y Tim al otro, especialmente después de lo que había pasado la tarde anterior, no ayudaba precisamente a que pudiera pasar desapercibida.

Pasamos cerca de un grupo de paliduchas, que me miraban con más curiosidad que rabia, que era más de lo que había conseguido últimamente. Ya en la puerta de mi aula, Jan me acercó a su amplio y firme pecho y me quedé parcialmente enterrada en su abrazo. Jan era puro músculo, un cuerpo escultural que hablaba de su esencia lobuna, que no pasaba para nada desapercibida entre la gente que entraba en el aula, que lo miraba con curiosidad y cierto respeto. ¿Podían aquellos híbridos de lobo sentir al alfa que había en Jan? Ni idea. Pero estaba claro que marcaba con suficiente eficacia y claridad su terreno.

Nos besamos con suavidad y le puse freno, entr

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