La atmósfera en la mansión Hywell no mejoró en los días siguientes, y se sintió aun más cargada de malos presentimientos.
Después de la confrontación en la sala de música, Hywell había impuesto una nueva capa de control, más sutil, pero igualmente asfixiante para la pequeña Jade. Sus miradas se habían vuelto más largas, sus comentarios más enigmáticos, y la cercanía que mostraba, desprovista de afecto real, era una forma de tortura psicológica. Jade se sentía una marioneta, sus hilos tensados cada vez más. Sin embargo, el recuerdo de la mirada de Nick, la conexión silenciosa que habían compartido en la oscuridad, era un pequeño faro en su creciente desesperación.
Una semana después, Hywell anunció otra fiesta.
—Un evento para los inversores clave y socios.
Había dicho con una sonrisa gélida.
Jade sintió un escalofrío.
La última fiesta había sido el catalizador de su actual infierno; y la siguiente solo podía empeorar las cosas. Hywell insistió en que usara un vestido nuevo, de un colo