El asombro de Jade se solidificó en un horror gélido al ver el rostro de Nick. Sus ojos, antes llenos de la desesperación por su secuestro, ahora se abrieron con una incredulidad aún mayor. El aire en la lúgubre fábrica se volvió pesado con la imposibilidad de la escena. No parecía algo real, parecía un espíritu vengativo.
Nick estaba vivo.
El hombre al que creyó haber matado, el fantasma de su pasado más traumático, estaba de pie frente a ella, respirando.
—Nick… ¿cómo…? —Jade jadeó, su voz apenas un susurro rasposo, sus pulmones negándose a tomar suficiente aire. El shock la paralizaba, sus manos intentaron, inútilmente, alcanzarlo, como si al tocarlo pudiera desvanecerse, pero no lo alcanzó—. ¿Cómo es posible que estés vivo? Te… te disparé. Moriste.
Nick se acercó un paso, su figura alta proyectaba una sombra ominosa sobre ella. Una sonrisa lenta y enigmática se formó en sus labios, una mezcla de dolor antiguo y una posesión retorcida. La luz tenue de una lámpara colgante que parpa