73. Acorralada
Roxana
Herrera nos miró uno a uno con diversión perversa al darse cuenta de que ninguno parecía dispuesto a responder, hasta que Méndez se interpuso entre él y yo con naturalidad:
—La señora vino con su abogado a actualizar datos de residencia. Ya sabe, protocolo para extranjeros con doble nacionalidad.
Herrera me estudió en silencio, sopesando la explicación. Mantuve su mirada aunque la bilis subía por mi garganta, hasta que se acercó a mí.
—Salude al señor Di Marco de mi parte.
—Por supuesto —respondí.
Méndez nos guió a su oficina y me lanzó preguntas rutinarias, pero después de unos minutos, el ambiente cerrado me oprimió el pecho y me puse de pie.
—Señor Torretti… Esto no va a funcionar.
—¿Qué quiere decir?
—Él va a contarle a Valentino que estuve aquí. Seguro ya lo hizo.
Torretti se enderezó en su asiento, y frunció el ceño.
—Por eso necesitamos actuar rápido. Oficial Méndez, podemos proceder con...
—No —lo interrumpí—. ¿No vieron lo que acaba de pasar? Ese hombre puede terminar