59. Diosa
Roxana
El espacio era pequeño, pero tenía una ducha amplia, con azulejos blancos que brillaron con la luz automática. Cerró la puerta detrás de nosotros y esta vez fue él quien me presionó contra la puerta.
—Esta vez será diferente —murmuró contra mi cuello, explorando mi cuerpo con una familiaridad que tensó mis pezones de inmediato y despertó recuerdos de tiempos mejores—. Te juro que...
Le tapé la boca con la mano y mi pulso se aceleró cuando sus labios y luego su lengua rozaron mi palma.
—No jures nada. Solo termina con ella y devuélveme la paz de antes.
Sus ojos se encontraron con los míos y por un momento vi algo parecido a la culpa, pero luego asintió y me besó los dedos antes de que apartara mi mano.
—Lo haré. Lo que quiero es esto. Es nuestra familia. A ti.
Sus palabras se sintieron como una promesa. Me aferré a su camisa, necesitaba sentir que no todo estaba perdido.
Sus labios encontraron mi cuello y él descendió hacia mi clavícula, dejando un rastro de calor que me hizo es