58. Lo que necesito de ti
Roxana
Las cortinas de la habitación del hospital filtraban la luz dorada de la tarde, y por primera vez en los últimos días, Andrea dormía con tranquilidad. Sus mejillas tenían color otra vez y yo ya no contenía el aliento, esperando que algo saliera mal. Por fin había desaparecido ese pánico que me roía las entrañas cuando lo observaba respirar.
Me senté en la silla junto a su cama, y tomé su mano pequeña entre las mías.
—Parece que solo está durmiendo la siesta —murmuró Lucía desde el umbral de la puerta que dividía la sala de la habitación con su cama.
—Sí. Como si nada hubiera pasado.
El doctor Mendoza había confirmado que la transfusión había sido exitosa y que solo dependíamos del monitoreo constante los próximos días. Pero las señales eran alentadoras y algo dentro de mí me decía que Andrea iba a estar bien. Así que me permití un momento de gratitud genuina hacia Alessandro. Sin él, sin su sangre...
Sacudí la cabeza.
No podía pensar en eso ahora.
Lucía me hizo un gesto para se