36. Todo secreto tiene un precio
Roxana
El deportivo de Valentino ya estaba en el estacionamiento del San Vittore cuando Luigi nos dejó en la entrada. Cumplió con su palabra a pesar de no haber dormido en casa el fin de semana.
—Esperemos aquí, señora —murmuró Luigi.
Andrea saltó del auto antes de que pudiera detenerlo y corrió hacia su padre que salía del edificio con el teléfono pegado al oído. Así que tuve que seguirlo.
—¡Papá! ¿Viniste?
Valentino cortó la llamada y forzó una sonrisa. Cuando nos acercamos, me besó la mejilla con frialdad.
—¿Cómo estuvo el tráfico? —preguntó, evitando mi mirada y revolvió el cabello de Andrea—. ¿Terminaste el proyecto, campeón?
—Buenos días —saludé al percatarme de que ni siquiera escuchó la respuesta de Andrea o su pregunta posterior y tuve que intervenir—. Iremos tú y yo. ¿Quieres que le avise a Bianca para que nos acompañe?
—Roxana. —Apenas me miró antes de caminar delante de nosotros—. ¿Entramos? Hace frío aquí afuera.
La sala de espera pediátrica intentaba ser alegre con sus m