31. Fuego cruzado
Roxana
Los vidrios del jarrón seguían en la esquina de mi oficina mientras esperaba a la mejor amiga de mi esposo, a la mujer que nunca pude alejar de él y que incluso trajo a trabajar junto a él.
Claudia asomó la cabeza, su nerviosismo palpable.
—Señora Di Marco... La señorita Moretti recibió una llamada y se marchó. Dijo que volvería. Pero hay algo más que debe saber.
Me enderecé en la silla, preparándome para otro golpe.
—Me enteré que la señora Giulia ordenó su despido ayer temprano y que el señor Valentino tiene una nueva asistente ya.
Las piezas encajaron con claridad brutal. Mi suegra había actuado con rapidez para proteger los secretos familiares. Y me pregunté a qué vino Zoe entonces.
Con los años que esa chica tenía de conocerlos, seguro conocía la mayoría de sus secretos
—Entiendo —murmuré, guardando esa información para procesarla después—. ¿Algo más?
—Sí. Me llamaron de recepción. Hay un hombre que insiste en verla. Mario Castellano, dice que es el maestro de obra de Terr