22. Caos total
Roxana
El apartamento de Lucía era un espacio pequeño pero cálido, con las paredes pintadas de amarillo suave y fotografías familiares cubriendo cada superficie disponible.
Los sonidos apagados del restaurante se filtraban desde abajo, recordándome que la vida seguía su curso sin importar que la mía se desmoronaba.
Apenas cerró la puerta tras ella, vino a mí para abrazarme.
—Ya, ya... —murmuró Lucía, guiándome hacia su mesa de comedor—. Voy a preparar té para que nos ayude con los nervios.
Lucía puso agua a hervir y se movió por la cocina con soltura. Dejó galletas en la mesa y no se detuvo hasta que puso una taza humeante frente a mí, con manos que no temblaban como las mías.
Me hizo un gesto para que fuéramos al sofá y esperó paciente hasta que decidí hablar.
—Las mismas palabras, Lu —mi voz salió rota.
El té quemó mi garganta, pero el dolor físico era preferible al emocional.
—¿Pero qué pasó? —preguntó con suavidad—. ¿Se trata de ese hombre otra vez? No entiendo.
La miré confundida