21. No estás sola
Alessandro
La tensión en el auto era asfixiante. Ella permanecía inmóvil en el asiento del pasajero, con la mirada perdida contra la ventanilla. Ni una lágrima y tampoco había dicho una palabra desde que la ayudé a subir al auto.
Mi mente procesaba lo que acababa de presenciar. No los detalles, esos los había intuido desde que vi su expresión devastada, pero no esperaba la confirmación de Luigi mientras veía a Roxana caminar por el jardín. Por eso fui en su búsqueda, pero llegué tarde.
—Sí, el auto es de la señorita Moretti, señor Alessandro, pero por favor no le diga al señor Valentino que se lo dije... Tengo nietos que alimentar.
El viejo se puso tan nervioso, que ni siquiera terminó de fumarse el cigarro que sostenía cuando llegué. Su miedo a perder el trabajo por decir la verdad me enfureció más que la cobardía misma de mi hermano menor.
Ahora por fin comprobaba que todos sabían, menos ella.
Apreté el volante con más fuerza. El impulso de dar la vuelta y partirle la cara a Valenti