20. La última mentira
Roxana
El interior del auto de Alessandro olía a esa colonia sutil que ya había aprendido a reconocer. Me acomodé en el asiento del pasajero manteniendo la mirada fija en la ventanilla, deseando que las luces de Milán pudieran hipnotizarme lo suficiente para olvidar la tensión que crepitaba entre nosotros.
—¿Prefieres música? —Su voz rompió el silencio que se había instalado desde que salimos de la mansión.
—No importa.
—¿Cómo va el proyecto de Andrea?
—Bien.
Podía sentir su mirada de reojo, pero no agregué nada más y me concentré en contar los minutos para llegar a casa.
—¿Algo te preocupa? Estás muy callada —comentó después.
—No. Es solo cansancio —respondí sin mirarlo, consciente de que mi tono contradecía mis palabras.
El murmullo del motor llenó el vacío hasta que decidió hacer otro intento.
—El clima ha estado... impredecible últimamente.
Una sonrisa amarga se me escapó. ¿En serio? ¿El clima?
—Muy impredecible —murmuré, aún sin girar a verlo.
Alessandro suspiró con suavidad.
—Ro