Si alguien lo hubiera dicho alguna vez a Vladimir, que él sería el salvador de su enemigo y rival, no lo hubiese creído, sin embargo allí estaba, llevando a Artiom a un hospital y todo por Lucya.
—Artiom abre tus ojos, ya estamos a punto de llegar. —Vladimir estaba seguro de que la vena de su frente terminaría por estallar, pues la sentía inflamada, no podía creer la dulzura con la que Lucya le hablaba a ese bueno para nada.
—La vida de un mafioso es tan patética, que tu llanto, pequeña, amiga, es lo único real que he tenido. —Lev y Vladimir se dieron una mirada significativa, era sabido por todos que Artiom no tenía una mano derecha, el clan Vasiliev era conocido por ser un nido de serpientes, donde la lealtad tenía precio, y el dormir era un lujo que pocos se podían dar, solo quienes dormían en una habitación completamente hermética de la cual únicamente ellos pudiesen abrir y cerrar, además de tener un arma bajo la almohada, incluso hasta su comida tenía que ser testeada, para no m