Me quedé allí un rato, intentando transmitirle toda mi fuerza y mi amor. Las palabras del doctor Lionnes seguían resonando en mi cabeza, pero me negaba a perder la esperanza.
Salí de la sala con el corazón encogido, pero con un pequeño hilo de esperanza agarrado a mí.
Al volver a la sala de espera, vi a Max y a Alicia aguardando con impaciencia.
—Va a ponerse bien —dije, más para convencerme a mí misma que a ellos—. Tiene que ponerse bien.
Alicia sonrió entre lágrimas y Max volvió a abrazarme.
El tiempo pasaba lentísimo en el hospital. No quería irme de allí; prefería quedarme cerca de cualquier noticia sobre Christian.
Alicia estaba a mi lado, y yo le contaba, con todo detalle, el terror de la escena con Thomaz. De repente, la madre de Christian se acercó, plantándose delante de mí con una mirada acusadora.
—Esto es culpa tuya —soltó, con la voz llena de amargura.
La miré, sorprendida, sin saber qué decir. Alicia enseguida se puso delante de mí, intentando frenar la furia de su madre