El velatorio estaba silencioso y sombrío, con la única compañía constante siendo el dolor. Me sentía emocionalmente agotada y vulnerable, rodeada de recuerdos y rostros que me recordaban lo mucho que mi madre era querida.
Fue entonces cuando el móvil de Christian vibró en su bolsillo, rompiendo aquel momento.
Lo sacó, y pude ver el nombre del contacto en la pantalla: G-1. Miré el móvil y luego a él, sintiendo una inquietud que me heló el estómago.
Christian hizo intención de levantarse, pero agarré su brazo.
—Por favor, no te vayas —supliqué, mi voz apenas un susurro desesperado.
Él soltó mi mano con suavidad y se inclinó para besarme.
—Tengo que ir, Ariel. Thomaz puede estar cerca, y no pienso dejar que te pase nada.
Suspiré, sintiendo un peso enorme en el pecho, como si alguien me estuviera observando. La idea de Thomaz, su presencia amenazante incluso en un momento de luto, era insoportable.
Christian se levantó y salió, dejándome más desprotegida y vulnerable que nunca.
Max se sen