Pero algo en sus dedos llamó mi atención. Los nudillos estaban lastimados, los dedos rojos e hinchados. Pregunté automáticamente, sintiendo la preocupación volver a subirme por el pecho.
— ¿Qué te ha pasado en la mano?
Él no respondió de inmediato. Solo me miró con esa expresión tan típica suya, la misma de siempre, como si quisiera decirme que no me preocupara.
— No te preocupes por eso — dijo al fin, intentando restarle importancia. — Quédate con las chicas. Voy a darme una ducha.
Yo quería insistir, preguntar qué había pasado exactamente, qué había hecho, pero sabía que no iba a contármelo. Christian tenía su manera de lidiar con las cosas, y eu entendía que no podía hacer nada más en ese momento que confiar en él. Pero lo que más me angustiaba era la sensación de que él estaba escondiéndome algo. Algo que podía cambiarlo todo entre nosotros.
Alicia me miró, y parecía entender lo que yo estaba sintiendo. Puso una mano en mi hombro y me dedicó una sonrisa suave, como si quisiera tra