Antes de que pudiera hacer nada, Christian apareció como una sombra imponente. Me agarró y me apartó, quitándome el arma de la mano con firmeza y apuntando directamente a la cabeza de Thomaz.
— De rodillas. Ahora.
Thomaz dudó, pero la mirada de Christian no dejaba espacio para objeciones. Intentó sacar su propia pistola, pero Christian fue más rápido. Un disparo seco le rozó la oreja, haciéndole gritar mientras la sangre le corría por el rostro.
— El siguiente va directo a tu frente —le advirtió Christian.
Los hombres de Christian lo rodearon al instante, inmovilizándolo contra el suelo. Christian me atrajo hacia él y me besó, con una intensidad que casi me dejó sin aliento.
— ¿Estás bien? —preguntó, sosteniéndome la cara entre las manos.
Asentí, aunque todo mi cuerpo seguía temblando.
— Sí... creo que sí.
Miró a Thomaz, que gritaba de dolor y rabia.
— Dame el cuchillo.
— Christian, ¿qué vas a hacer? —pregunté, pero él ya estaba cogiéndolo, rozando mi pierna con un toque que me erizó