Capítulo treinta y ocho. Sutil seducción

Sebastián se quedó con esa sensación extraña en el cuerpo, pero se olvidó de todo al entrar a su piso y ver a Oliver sentado en la sala.

—Hola —dijo.

Oliver se levantó y caminó hacia él con una sonrisa pícara en los labios.

—Te extrañé, no pienso quedarme otro fin de semana sin ti —respondió Oliver antes de besar los labios de Sebastián con pasión.

Aquella noche visitaron El Inframundo y se divirtieron, se olvidaron del mundo y se dedicaron únicamente a ellos.

A esa noche le siguieron muchas en las que Caleb y Victoria también dejaban en claro lo serio que era su relación.

Oliver se sentía feliz luego de tres meses, no sabía nada de su madre y hermana, y de cierta manera agradecía ese silencio, por supuesto el muchacho no podía imaginarse lo que se cocinaba detrás de aquel silencio sepulcral.

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—Tenemos que hablar.

El abogado elevó la mirada para encontrarse con un rostro bastante conocido para él; se puso de pie y miró a la mujer con indiferencia y frialdad.

—No tenemos nada
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