-Para este celo quiero a una omega- Jason habló al teléfono.
-Pero que dices; están los betas; los alfas. ¿Porque vas a querer a una omega?- preguntó su amigo Gael. -Porque los omegas son los mejores para ayudar en el celo- dijo -Además no es como si me fuera a casar. Sabes qué con quien me casaré será con Phelicity. Los omegas solo sirven para pasar los celos- -Después que no le hagas lo que le hiciste a la última...- Gael quedó en silencio. -Esa omega no sabía jugar y pues terminó inconsciente. Yo no tengo la culpa de que me guste la asfixia erótica cuando estoy en mi celo- dijo desinteresado -Yo se lo advertí y no hizo caso. Pues terminó muerta- Phelicity se rió y continuó maquillándose. La distinguida mujer se rió al recordar lo que había pasado en el celo anterior. Una jovencita de algunos diecinueve años había sido escogida por Phelicity para el celo de su prometido quién al tener una afición por la asfixia durante el sexo terminó matándola. Ella terminó en una funda con un bloque amarrado a sus pies en el fondo del mar. ¡Era omega! A nadie le importaba ni le debería importar el destino de un omega. De seguro lo merecía, pensaban la mayoría de los alfas entre ellos, ella y Jason. Jason era un alfa de algunos veintiséis años y dispuesto a comerse el mundo. A su corta edad él era el alcalde de Brook Mountain, un pequeño pueblo al noroeste de los Estados Unidos. Al pueblo ser bastante pequeño él tenía todo el libertinaje de hacer y deshacer a su antojo. Era un tipo decidido, prepotente y sobretodo confiado de sí mismo. Así que cuando cumplió los veinticinco fue cuando llegó al mundo de la política primero como un funcionario y luego siguió subiendo escalones hasta llegar al importantísimo puesto de Alcalde. -Esta vez me gustaría verte- dijo Phelicity con una sonrisa traviesa en sus labios -¿Que se te antoja? ¿Una gordita? ¿Tetona? ¿Nalgona?- preguntó y él definitivamente iba a pensarlo. -Sorpréndeme. Pero que sea una que aguante.- susurró abrazándola por la espalda. -Créeme que lo haré.- se giró en sus brazos y besó delicadamente y con cariño los labios de él. -Vamos que la fiesta ya comenzó- dijo y ambos salieron de la habitación. ••• -Bienvenido señor Jason y señora Phelicity.- dijo el portero abriéndole la puerta principal. La fiesta tenía a lugar en la casa del vice alcalde del pueblo. Era una mansión pero Jason sabía que su mansión era más grande y eso le enorgulleció. Entró de la mano de su prometida y saludó a cada alfa que se encontraba. Algunos llevaderos, otros fastidiosos pero siempre le gustaba mucho como lo trataban. Como si fuese el rey de todos ellos...y es que en cierta forma él así era; su rey. -¡Que bueno verle señor alcalde!- dijo uno con entusiasmo y casi gritó cuando Jason estrechó su mano. -Igual, Terrence- dijo con una implacable sonrisa. La verdad era que no conocía a nadie de esa gente. De hecho sólo conocía los nombres y fue que durante el día él había visto fotos de cada alfa que estaba allí y sus nombres. No le importaba nada más, a pesar de que estas fotos tenían información. Vio como casi se desmaya el alfa y quizo burlarse pero el pellizco que le dio Phelicity se lo impidió. -¿Leyó mi propuesta?- preguntó y Jason frunció el ceño. -En realidad no he tenido tiempo para leerla pero estoy seguro que es muy buena- agregó -Si me permites tengo que seguir saludando.- dijo y el nervioso hombre asintió desenfrenadamente. -Recuérdame tirar todo los papeles que digan Terrence por el inodoro- susurró haciendo reír a su prometida. Era la fiesta del cumpleaños del hijo del vicepresidente y una pequeña reunión. Un lindo jovencito alfa de dieciocho años y con un futuro prometedor. Fueron directo al vicepresidente y amigo de Jason quien estaba con su hijo y su esposa. Le abrazó fuertemente mientras sonreía, Bernard era un de los pocos alfas en el cual él confiaba. Era su otro mejor amigo y junto con él estaban trabajando para algo increíble. -Que bueno que hayas venido- dijo Bernard en el abrazo. -No me perdería por nada del mundo el cumpleaños de mi ahijado- dijo viendo al chico y descubriendo el color rojo en sus mejillas a raíz de su comentario. Era increíble como para Jason, Bernard era alguien en quien confiaba ciegamente y él terminaba teniendo sexo con su hijo. Pero así era Jason, un hijo de puta. Nadie sabía que él y el pequeño Dean se veían a escondidas en su despacho para tener relaciones cada fin de semana. Y agradecía que nunca lo tomaba cuando estaba en el celo porque de seguro lo embarazaría y lo menos que él quería era un hijo y mucho menos un hijo de Dean. Bernard los mataría pero sobretodo a él. ¿Pero a Jason le importaba? En definitiva no lo importaba. -Muchacho que grande y galán- dijo abrazando a su ahijado -debes tener a las alfas delirando por ti- dijo y todos sonrieron. -Gracias padrino- susurró viéndole con un brillo en sus ojos que no pasó desapercibido por Clara, la mamá de Dean. -Compadre que bueno verle, vio que guapo es mi hijo. Está en busca de una alfa...o un alfa- dijo Clara con una sonrisota. -Tendrá que ser a la altura de Dean. No quiero que cualquier alfa reclame a mi ahijado.- dijo Jason. El rostro de Dean se desencajó un poco pero no perdió su sonrisa. Él no quería a ningún alfa que no fuese su padrino. Dean se había enamorado de una ilusión porque en realidad Jason no lo amaba. Jason le mentía una y otra vez solo para mantener su polvo seguro. Phelicity abrazó a Dean y él contuvo las ganas de alejarse. Esa mujer quería algo con él y Dean simplemente no quería. Ella siempre buscaba la oportunidad de tocarlo indebidamente y a él no le gustaba. Su cuerpo le pertenecía a su padrino y a nadie más. -Todo un hombre guapo- susurró cerca de su oído. -Espero que disfruten y que disfruten de la sorpresa que les tengo- dijo y hubo movimientos de betas -Oh ya está casi listo todo.- Varios betas entraron con cajas con el logotipo del centro OPAA(Omegas Pertenecientes a Alfas). Todos los alfas estaban con sonrisas en sus labios. Tenían conocimiento de ese centro y era la mejor granja de omegas que había. Porque desde que la raza surgió, hace quince años han surgido granjas de omegas pero estás eran con omegas enfermos y descuidados. Aunque OPAA era de las mejores aún seguía siendo lo peor que puedan imaginarse. Mantenían a sus omegas en jaulas con comidas cada dos días y la mayoría morían de hambre o de dolor. En su celo, el centro los mantenían sedados con supresores. Y en algunos casos, con una inyección, alteraban su celo para que coincidiera con el alfa. Ellos procuraban que los alfas no maltraten más de lo que se supone que lo hagan y si lo hacen ellos tienen el poder de sacar al alfa de ser sus socios. Pero nadie tenía el valor de impedirle un acceso a un alfa. Jason, en lo personal nunca había tenido la oportunidad de tener un omega de ese centro. Siempre que escogía a un omega era de otras granjas y eran buenas pero había escuchado muy buenas críticas de OPAA. Así que quería probar y esperaba que las que había llevado Bernard serían de su agrado. -Es lo mejor de lo mejor de OPAA- dijo orgulloso mientras le indicaba a los betas abrir las cajas. En total eran diez omegas, cinco hombres y cinco mujeres, entre ellas Winter y Elle. Todos estaban desnudos dejando ver sus atributos a quienes serían sus dueños por unas horas. Luego los tirarían como los demás y Elle estaba contenta con eso. Prefería quedarse en la granja que solo ser una muñeca inflable para un alfa. -Diez de mis mejores amigos tendrán un número, que se les dio al entrar, el omega que les toque tendrá su mismo número. De izquierda a derecha.- habló Bernard -¡Uno!- gritó y era un alfa de unos cuarenta años quien se llevaría al chico más joven de los diez. Diecisiete años. Habían puesto mujer y hombre por órdenes de Bernard quien sonreía cada que sus amigos le miraban con una sonrisa agradeciéndole el regalo. Jason vio con una sonrisa a todos los omegas que quedaban. Ninguno eran feos y eso le gustaba, se tenía que sentir cien por ciento atraído. Si no había amor debería de haber atracción en su totalidad. -¡Ocho!- gritó Bernard y Jason dio un paso adelante. -Eres un suertudo J- dijo felicitándolo -De rodillas- dijo y vio resistencia. Aquella mujer era hermosa. Podía compararla con Blanca Nieves por lo blanco de su piel, por sus labios color cereza. Pero sabía que le haría la vida de cuadritos por el tiempo que se quedase. Le hizo una señal al beta para que la obligara a arrodillarse y con un bastón de corriente la obligó cayendo de rodillas. -N-No puedo con esto- susurró y Jason sonrió al escucharla. ———————————