36. Epílogo
Durante los diez meses, porque sí, Elle había cumplido casi las cuarenta y dos semanas hasta que una noche, precisamente la noche que Zack tenía que trabajar, recibió una llamada de Elle. Zack sabía que en cualquier momento recibiría una llamada de su omega diciendo que sus bebés estaban por nacer, porque sí, eran gemelos, pero por más que estuviese atento y preparado, nada lo prepararía para esa noche. La noche del treinta y uno de diciembre, la noche en que todo el mundo despide un año de muchos retos, aventuras, problemas fue la noche en la que Zack le dio la bienvenida a los bebes que le harían la vida más perfecta de lo que ya era.
Su mirada se enfocó en el bulto entre sus brazos y sonrió. Aquellos bebés habían sido lo mejor que había hecho en la tierra. Cabello muy negro, ojos oscuros y a la vez muy expresivos, labios perfectos, nariz mezclada entre la de ella y él, aunque más parecidas a la de él. Dedos, que podría estar besando y acariciando de por vida, disfrutando del tacto