Aurora se encontraba sentada en el borde de su cama, con la mirada perdida en el vacío, intentando comprender cómo su vida había dado un vuelco tan drástico. Las lágrimas corrían silenciosamente por sus mejillas mientras su mente se inundaba de preguntas sin respuesta. ¿Por qué Álvaro se alejó? ¿Qué le hice yo para que no me busque, para que no me pregunte qué pasó? El dolor era insoportable, como una daga que se clavaba cada vez más profundo en su corazón. ¿Por qué no confía en mí? ¿Qué es lo que pasó?
Nada tenía sentido. Se sentía devastada, completamente rota. Jamás había imaginado que pudiera sentirse así, como si todo su mundo se derrumbara sin previo aviso. Álvaro había sido su ancla, su refugio en medio de las tormentas, y ahora, en el momento en que más lo necesitaba, él no estaba. Me arruinó, pensaba una y otra vez, con una mezcla de incredulidad y desamparo. Arruinó mi vida al desconfiar de mí.
Desde siempre, Aurora había estado sola, cuidando de sus padres mayores, rodeada