Mateo sostuvo mi mirada por un largo instante. Sacudió la cabeza, como si mi pedido le pareciera una completa locura.
—No juguemos a los héroes, chico. Pero haré lo que pueda si eso sucede —respondió sin comprometerse completamente, mientras pasaba una mano por su frente.Cristal se separó ligeramente de mí. Aunque su rostro seguía marcado por el dolor y el agotamiento, sus ojos brillaban con una determinación que pocas veces había visto tan fuerte en ella.—No necesitas salvarme —dijo Cristal con decisión—. Sé cuidarme sola.—Cielo mío, yo puedo distraerlos mientras tú escapas con Mateo y das la señal para que nuestros hombres vengan a buscarme —expliqué lo que tenía en mente—. Promete que lo harás, mi cielo. Estoy muy bien entrenado, puedo escapar mejor solo. Di que sí, amor.Cristal m