Me arrodillo junto a ella para mirar sus ojos de cerca, ese verde único que siempre me ha hablado sin necesidad de palabras. La acaricio con suavidad, temeroso de hacerle daño, pero deseando que sienta cuánto la amo, cuánto daría por verla completamente recuperada.  

—Por supuesto que lo haré, cielo —me apresuro a decir; yo también quiero recuperar esa parte de nuestra relación—. Pero, ¿harás todo lo que te ordene sin chistar?  

—Lo prometo —dice, levantando su mano para acariciar mi rostro. La tomo y se la beso.  

—Conozco tus promesas —río y la beso suavemente, saboreando sus labios húmedos, deseosos de mí—. Pero esta vez sí tienes que obedecerme al cien por ciento, o me detengo.  

—Dije que te lo prometo —repite, ruborizándose—. ¿Terminaste? Oye, sí que es c&