Mamá me estudió por un momento. Sus ojos estaban cargados de ternura, pero también de esa sabiduría curtida por los años y las adversidades que había enfrentado en su propia vida. Finalmente, dejó los utensilios en el fregadero y se acercó a mí, secándose las manos con un paño limpio.
—Agapy, te voy a decir algo. La lealtad de los hombres como Gerónimo cuesta. Les toma tiempo descubrir lo que realmente les importa, pero cuando lo hacen, no hay vuelta atrás. Tú eres eso para él, su único punto débil, la única mujer que puede romper esa dureza que arrastran. Y si él no lo ve todavía, lo verá pronto —se detuvo un momento antes de permanecer delante de mí y decirme—: —Hija, no hagas eso, no te llenes de dudas. Te vas a convertir en una persona muy insegura y celosa. Acabarás con su amor.Sus pal