Miré a Filipo con un suspiro que siguió mi mirada. No sé por qué sentía la necesidad de ver a mi padre. Tampoco sabía nada de mi madre y, después de todo lo que me contó mi hermano, temía que papá se hubiera tomado la justicia por sus propias manos. La voz de mi primo me sacó de mis preocupaciones.
—Gerónimo, ¿es verdad que ustedes escucharon a tu mamá tramando en contra de sus esposas y de ti? —La voz de Filipo rompió el silencio, una pregunta que golpeó con la sutileza de un puñetazo.Intenté mantener la compostura, pero mis manos se cerraron en puños involuntarios. La incredulidad se mezclaba con la ira. Ver a mi madre en una posición tan comprometida rasgaba el tejido de mis lealtades. Lo miré entrecerrando el ceño. No sabía que esa información era de conocimiento general en nuestra familia.<