46. MAXIMILIANO, EL PINTOR

Maximiliano cerró los ojos mientras respondía a su abrazo, envolviéndola con sus brazos y acariciando sutilmente su espalda. No dijo nada más; en ese momento, las palabras sobraban. Sentía que el abrazo de Coral le quemaba la piel de una forma inesperada. Su cuerpo, impulsivo como siempre, comenzaba a reaccionar, pero esta vez su mente le ganó a sus instintos. Sabía que ella estaba demasiado vulnerable en ese momento y no estaba dispuesto a aprovecharse de eso. Por primera vez en mucho tiempo, se encontró controlando algo que normalmente lo dominaría por completo.

 Con suavidad, la separó de sí, aunque mantuvo sus manos sobre los hombros de ella por unos instantes más, como si quisiera transmitirle que seguía allí con ella.  

 —Voy a salir un momento —dijo, tomando un respiro profundo—. Estaré afuera cambiándome la ropa. Tó
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