Mi teléfono suena en la habitación. Lo levanto medio dormido todavía. Miro hacia la ventana y me doy cuenta de que es de día. Lo tomo sin mirar quién me está llamando, por lo general es mi hermano o mi papá.
—Soy yo, Gerónimo. Tu verdadera esposa —escucho una voz femenina.—¿Qué broma es esta? —pregunto mirando el número que me está llamando y que no reconozco.—No es una broma —sigue diciendo—. La mujer que está a tu lado no es la verdadera Cristal, soy yo. Ella se cambió conmigo.—No sé qué juego macabro tienes en mente. Pero no te va a salir, ¿me escuchas? ¡No te va a salir! —grito, furioso.—¡Abre los ojos, esa no soy yo! ¿Te acuerdas de cuando nos conocimos? —logra preguntar.Cuelgo molesto y miro el número, es desconocido. No me gusta para